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Abraham Zylberman

lunes, 27 de agosto de 2007

EL RACISMO

LA IDEA DE RAZA
A veces se define el racismo de manera muy amplia como exclusión o rechazo de los “otros”. Sin embargo, en el sentido propio de la palabra el racismo es un fenómeno que resulta de vincular los rasgos físicos, genéticos o biológicos con los caracteres morales e intelectuales de un grupo.
Desde esta perspectiva, el racismo es un hecho bastante nuevo. La mayor parte de los historiadores sostienen que comienza a manifestarse con los descubrimientos europeos, pero sitúan un enorme avance de este fenómeno en el siglo XIX. El racismo se desarrolló en estrecha relación con nuevos procesos como la industrialización acelerada, la inmigración y la mezcla de poblaciones, y en especial, con el colonialismo y la emergencia de los nacionalismos.
En los campos del saber científico, social y también literario, se elaboraron las primeras formulaciones que elevaron el concepto de raza a la categoría de principio explicativo de la vida de los hombres en sociedad.
El principal exponente fue el escritor y diplomático francés Arturo de Gobineau, que en 1852 publicó El ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas. En esta obra de fuerte impacto público, el autor comparaba los cráneos de los indios hurones y deducía que éstos no podían tener “…ni el germen de un espíritu equivalente al europeo”. Gobineau pretendía sostener sobre bases físicas su teoría de la superioridad de la raza nórdica, germánica, al tiempo que fundamentaba su creencia que la mezcla de razas conlleva a la degeneración racial.
Durante la segunda mitad del siglo XIX y al calor de la evolución de ciencias nuevas como la Antropología Física se pusieron de moda la cuantificación y medición de cráneos y huesos, la cualificación del color de piel, de los ojos y de los cabellos. Con estos datos se realizaron clasificaciones raciales que fueron consideradas determinantes del desarrollo social, cultural y hasta moral de un pueblo.
A fines del siglo XIX las potencias imperialistas, Francia, Inglaterra, Alemania, Bélgica, Estados Unidos y en menor medida Italia y España, participaron del reparto de espacios africanos, asiáticos y latinoamericanos, ejerciendo sobre ellos un dominio económico y político que muchas veces revistió además carácter militar. El racismo acompañó el proceso de colonización del mundo entero.
Durante el último cuarto del siglo XIX se trató de establecer científicamente la inferioridad del hombre negro. Gran parte de estoas trabajos se basaban en medidas craneales, en pesos específicos de la masa cerebral y en correlaciones establecidas entre rasgos psicológicos y físicos. Se intentaba demostrar el mayor primitivismo, bestialidad, degeneración e infantilismo de esa raza.
Por otra parte, los escritos del siglo pasado presentaban al hombre primitivo como sanguinario y caníbal en extremo. Esto justificaba acciones que padecieron los indígenas de América, inadmisibles para muchos civilizados. También desde los principios teóricos e ideológicos se intentaba fundamentar la inferioridad del hombre amarillo. Las grandes civilizaciones no europeas, como la India y la china, perdieron su autonomía y quedaron sometidas al control del hombre supuestamente superior, el “hombre blanco europeo”.
Pero las concepciones racistas no fueron formas de pensamiento exclusivas de los sectores dominantes europeos. En los países colonialistas la idea de la superioridad de los hombres blancos sobre la gente de piel oscura se hizo rápidamente popular. En efecto, esta idea unía a ricos y a pobres europeos en una misma función: la dominación de pueblos diferentes.
En este contexto se comprende el éxito enorme que tuvieron en la época los poemas del periodista y escritor Rudyard Kipling (Premio Nóbel de literatura 1907), nacido en la India, apodado “el poeta del imperialismo”, quien enunció la “responsabilidad del hombre blanco”:
Asumid la carga del hombre blanco
Enviad los mejores de vuestros hijos.
Condenad vuestros hijos al exilio.
Para que sirvan a vuestros cautivos.
Para que vigilen, enjaezados,
A pueblos agitadores y salvajes
Pueblos casi indómitos, impacientes
Mitad demonios, mitad niños.

En esta época el racismo se justificaba en forma paternalista, como una misión que la raza blanca debía cumplir.

La Declaración sobre la Raza y los Prejuicios Raciales de 1978 aprobada por la UNESCO define el racismo como “toda teoría que invoque una superioridad o inferioridad intrínseca de grupos raciales o étnicos que dé a unos el derecho a dominar o a eliminar a los demás, presuntos inferiores, o que haga juicios de valor basados en una diferencia racial”.
La Declaración le da a este concepto un contenido muy amplio añadiendo que “el racismo engloba las ideologías fundadas en los prejuicios raciales, los comportamientos discriminatorios, las disposiciones estructurales y las prácticas institucionalizadas que provocan la desigualdad racial, así como la idea falaz de que las relaciones discriminatorias entre grupos son moral y científicamente justificables”.
El prejuicio, la segregación, la discriminación y la violencia son las distintas formas en que se expresa el racismo.
El prejuicio es una de las formas elementales del racismo. Expresa aspectos de la conciencia de los individuos: arbitrariedad, parcialidad, prevención, censura, sospecha o aprensión hacia otros. Puede observarse en conversaciones de la vida cotidiana, en la prensa, en los discursos y en las encuestas de opinión. Es común escuchar el uso de la forma impersonal “ellos” o “estos” para referirse a personas o grupos sociales de manera negativa o para ignorarlos.
La segregación constituye la separación espacial del otro. Se expresa manteniendo al grupo racializado a la distancia, reservándose espacios propios que únicamente puede abandonar en determinadas condiciones, más o menos restrictivas. El ghetto, los barrios de minorías, las reservas indígenas, el apartheid, constituyen las expresiones más visibles de segregación racial o étnica.
La discriminación consiste en la interiorización del otro en términos de derecho o beneficios. Impone al otro un trato diferenciado que puede llegar a la humillación. Las restricciones en el acceso a lugares públicos, a escuelas, universidades, a empleos, la desigualdad ante la ley, el trato diferenciado de la justicia y de la policía hacia determinados grupos son algunos de los ejemplos de discriminación.
La violencia constituye la forma extrema en la que se manifiesta el racismo. Teniendo en cuenta a los actores se puede determinar una escala que lleva de los actos de violencia más o menos aislados y sin carácter político a la violencia que se ejerce desde el Estado. La violencia racial que se expresa en pogroms, linchamientos, asesinatos o atentados.
El prejuicio, la segregación, la discriminación y la violencia son distintas formas de racismo que no necesariamente se suceden unas a otras. En una sociedad pueden dominar actitudes intolerantes sin que la violencia se llegue a manifestarse abiertamente.
Las diferentes formas del racismo pueden generarse por problemas sociales, económicos, sentimientos de temor más o menos artificiales ante amenazas a la identidad comunitaria, procesos de expansión de una nación o de una creencia religiosa. Por ejemplo, las actuales manifestaciones de violencia frente a los grupos migrantes en Europa, tienen estrecha relación con los problemas socio-económicos que genera un mercado laboral cada vez más restringido.
El racismo se vincula con dos lógicas sociales diferentes. La lógica de la desigualdad y la dominación, por un lado, y la lógica de la diferencia, la marginación, la expulsión o el exterminio, por el otro. Está claro que la discriminación se asocia preferentemente a la lógica de la desigualdad. En el documento elaborado por la Pontificia Comisión “Justicia et Pax” se expresa que en los siglos XV y XVI los soldados y los comerciantes “mataban para instalarse, reducían a esclavitud a los “indios” para aprovecharse de su mano de obra, como después de la de los negros y se empezó a elaborar una teoría racista para justificarse”.
En cambio, la segregación se vincula preferentemente a la lógica de la marginación. En el mismo documento, en referencia al apartheid, se afirma: “Este régimen se caracteriza, desde tiempos atrás, por una segregación racial en varias manifestaciones de la vida pública, entre las poblaciones negra, mestiza, india y blanca. Esta última, aunque minoritaria numéricamente, es la única detentora del poder político y se considera dueña de la inmensa mayoría del territorio”.

EL PREJUICIO EN LA ARGENTINA
En la Argentina, la inmigración masiva iniciada hacia 1880 alarmó a la elite criolla y algunos de sus miembros escribieron clásicos literarios a través de los cuales manifestaron sus prejuicios raciales. Sin rumbo o En la sangre de Eugenio Cambaceres y La Bolsa de Julián Martel son paradigmáticos. En estas obras abunda la asociación de los términos gringo, napolitano, gallego, chino, mulato, judío con la corrupción física y moral e inclusive con la criminalidad. Para ambos autores la inmigración era sinónimo de disolución de la raza argentina. Esta imagen negativa se revirtió a comienzos del siglo XX, pero los prejuicios racistas no desaparecieron, simplemente se trasladaron hacia otros sujetos.
En 1903 apareció en Buenos Aires prologado por José Ingenieros, Nuestra América de Carlos Octavio Bunge. Allí se exaltaba la llegada de los inmigrantes europeos blancos que con su masiva presencia podrían liquidar al mestizo americano. Toda la obra está plagada de aseveraciones prejuiciosas que suponen que los castellanos son “arrogantes” e “innatamente” superiores, los indios “pasivos y fatalistas”, los mulatos “impulsivos y falsos” y los mestizos “rapaces” y últimos causantes del retraso y de los males del continente.
En su Sociología Argentina, recopilación de artículos escritos entre 1901 y 1915, José Ingenieros, sin duda un prestigioso crítico social de su época, tampoco escapo a la tentación de explicar el proceso inmigratorio en términos racistas. Sostuvo que la superioridad de la raza blanca era innegable y que la selección natural tendía a extinguir a las razas de color cada vez que se enfrentaban con aquella. Creyó ver en la inmigración la “formación de una raza argentina”.
Una encuesta realizada por un periódico de Buenos Aires en abril de 1993 acerca de la opinión que sobe coreanos, paraguayos, judíos, árabes e italianos tienen los argentinos, revela que uno de cada cinco cree que no debe haber derechos iguales para los coreanos, el 7% piensa que el país estaría mejor si no vivieran aquí judíos y paraguayos y el 18% se opondría a que su hijo se casara con paraguayos o coreanos.

DISCRIMINACION, SEGREGACION Y VIOLENCIA EN ESTADOS UNIDOS
Hasta la Guerra Civil (1861-1865) el gran problema para la sociedad norteamericana fue la importante presencia de una población negra esclava en los estados sureños. Apenas liberada de la esclavitud, la población negra del sur quedó sometida a la organización del Ku Flux Klan, que nació en 1865 y que nucleaba a los pequeños propietarios blancos, quienes entre 1890 y 1920 se transformaron en temibles e impunes promotores de acciones de linchamiento contra negros.
El racismo explica en buena parte la concentración de los negros en espacios segregados, abandonados por los blancos; el racismo explica también la discriminación que sufren los negros en el mercado laboral durante la era industrial clásica en la que ocupan, esencialmente, empleos no calificados y con bajos salarios así como su exclusión de hecho, hasta los años sesenta, de la vida política local y nacional.
Más allá de los logros obtenidos por el movimiento por los derechos cívicos de la minoría afroamericana, el problema continúa hasta hoy, manifestándose principalmente bajos las formas de segregación, discriminación y violencia racial. En Los Ángeles, en abril de 1992, un tribunal absolvió a los cuatro policías blancos a los que todos vieron por televisión golpeando a un ciudadano negro indefenso, el automovilista Rodney King, detenido tras una breve persecución. Ello desató una explosión de violencia sin precedentes en la historia reciente de Estados Unidos. En el ghetto negro de South Central se saquearon comercios y se prendieron fuego a los coches policiales. La fuerza de la violencia fue tal que ni los bomberos ni la policía pudieron impedir tres días y tres noches de anarquía en la ciudad.


DISCRIMINACION, SEGREGACION Y VIOLENCIA EN AFRICA DEL SUR
Una experiencia contemporánea de violencia racista monopolizada por el Estado, la constituyó el apartheid en Sudáfrica. A partir de 1948 se institucionalizó a través de leyes, reglamentos e intervención de los poderes públicos la segregación racial. El partido oficialista de los blancos de ascendencia holandesa, anglosajona, alemana y francesa privó a los negros de la ciudadanía, de los casamientos interraciales, diferenció el uso de los servicios públicos (hospitales, escuelas y transportes) y estableció salarios más bajos para ellos al tiempo que se levaban a la práctica programas masivos de desplazamiento de poblaciones negras.
A partir de los ´60 se produjeron revueltas permanentes, muchas de las cuales se transformaron en sublevaciones generales que fueron duramente reprimidas.
En 1990, en el marco de un proceso de transición democrática sin discriminación racial, el gobierno conducido por Frederik De Clerk liberó a Nelson Mandela, líder de la lucha por la mayoría negra en Sudáfrica. El 27 de febrero de 1994 se efectuaron las primeras elecciones generales, siendo Mandela elegido presidente. Mandela y De Clerk recibieron el Nóbel de la Paz por sus esfuerzos en la lucha contra el racismo.

VIOLENCIA EN ALEMANIA
Antes del surgimiento del nazismo, la violencia racista antisemita cobró numerosas víctimas en diferentes lugares del mundo. En la Rusia de los zares entre 1880 y 1915 los judíos padecieron todo tipo de discriminaciones y fueron objeto de reiterados pogroms, expediciones de civiles armados, alentados pro las autoridades.
Sin embargo, el racismo nazi constituyó una de las experiencias más extremas de la violencia racial en el siglo XX. Su aparición confundió a los contemporáneos, que creyeron ver en él la mera derrota de 1918. En si libro Mi lucha (1924), Hitler anunciaba en términos inequívocos su concepción sobre la depuración racial: “El antípoda del ario es el judío…siempre fue un parásito en el organismo internacional de otros pueblos…”. Entre 1933 (fecha de los primeros campos de concentración creados 6 años antes de la segunda guerra mundial) y 1945, el Estado alemán mandó a la muerte a seis millones de judíos.
Es importante la referencia al Estado, pues éste institucionalizó la violencia racista transformándola en un programa político de exterminio y destrucción, como un fin en sí mismo, y por lo tanto, pensado con un carácter ilimitado…hasta que desaparecieran los judíos del mundo.
Esta acción se desarrolló básicamente sobre Europa, sobre blancos, con los mismos principios teóricos y metodológicos que se venían empleando sobre “indios, negros y amarillos”. En la actualidad, los medios de comunicación muestran escenas en las que jóvenes extremistas alemanes lanzan ataques esporádicos contra inmigrantes extranjeros y cementerios judíos.

PREJUICIO Y DISCRMINACION EN EUROPA OCCIDENTAL
Frente al proceso de inmigración masiva que se inició en la década del sesenta, en la actualidad muchos apelan a la conciencia étnica para justificar su racismo renacido en Europa occidental.
Las migraciones masivas y el movimiento general de gentes que casi siempre han obedecido a factores ajenos a su propia voluntad están generando en las sociedades receptoras actitudes racistas y xenófobas hacia los nuevos “forasteros”, olvidando que quienes las manifiestan también tienen un pasado de éxodos para narrar.
Si el racismo en Europa y en el resto del mundo se presenta ahora como una amenaza más real que hace veinte años atrás, se debe al curso cada vez más acelerado de la crisis económica y social, al desempleo y al paro estructural, a la desorientación en los valores, que han afectado el modelo mismo de integración entre sociedad y estado. Ya no es el racismo expansionista, de conquista y de dominación; es un racismo de crisis, es el síntoma de una profunda mutación social.

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